Perito Moreno A los 32 años se casó con María Ana Varela, nieta de don Florencio Varela, con la cual tuvo siete hijos. El Perito Moreno será siempre recordado por el pueblo como un hombre entregado a servir a los más desposeídos, su posición respecto de los aborígenes que poblaban la Patagonia son pruebas harto elocuentes de ello. Sus viajes por la Patagonia Con esas imágenes en la cabeza hizo algunos viajes más, de los que volvió cada vez más envejecido por tanto trabajo montado al hombro. Pero a Moreno le sobraba fuerza para seguir viajando, y a los 23 años volvió a partir rumbo al Sur. Ahí recorrió el río Santa Cruz hasta su naciente, donde descubrió un excesivo cuerpo de agua al que bautizó "Lago Argentino" (hoy, el inmenso glaciar ubicado en el lago se llama Perito Moreno). La expedición, bien retratada en su libro Viaje a la Patagonia Austral, también incluyó el descubrimiento del lago San Martín, el avistaje del Viedma y el del cerro Chaltén, al que identificó como un inmenso volcán y bautizó con el nombre de Fitz Roy. Progresos y descubrimientos como éstos hicieron que dos años más tarde la Universidad de Córdoba le diera el título de Honoris Causa, y que el gobierno lo enviara en 1879 a determinar los límites establecidos por naturaleza entre Chile y la Argentina, y encontrar "tierras aptas para la colonización". Moreno no hizo caso al mensaje colonizador y en vez de imponer la cultura blanca a los aborígenes prefirió explorar la zona del Nahuel Huapi. En ese viaje, mientras "descubría" el lago Gutiérrez, fue tomado prisionero por el cacique Sayhueque. En ese momento se estaba lanzando la Campaña del Desierto, impulsada por Julio Argentino Roca y el general Conrado Villegas. En el territorio hoy ocupado por Esquel, Moreno fue capturado y condenado a muerte. Pero, increíblemente, huyó con dos compañeros en una balsa armada con ramas de sauce. Durante los días de travesía se alimentaron con raíces de junco, hasta que el 19 de febrero de 1880 fueron encontrados por unos militares. A pesar del disgusto, Moreno no se dejó envenenar por el rencor: "Ninguno de los jefes caleufú ha teñido sus manos en sangre de cautivo indefenso -escribió más tarde-. Si pelearon y cayeron, fue defendiendo su suelo. Sayhueque en 1880 fue un leal enemigo, y juzgó al indio puro con su criterio. Defendía su patria. Era dueño de su tierra por derecho divino". Llegó en tren a Buenos Aires, llagado y escaldado por la fiebre. Fue convertido en héroe por el pueblo, pero ignorado por el gobierno, y esa indiferencia lo llevó a renunciar a la comisión exploradora que integraba. Acto seguido se fue a Europa, donde dio varios cursos y conferencias, y recibió una medalla de oro de la Sociedad Geográfica de Francia. Cuando regresó a la Argentina, encontró cautivos del gobierno a los mismos caciques que lo habían hecho prisionero. Hizo lo posible por defenderlos ante la opinión pública y se ocupó de sus necesidades, mientras se dedicaba a la formación de un museo que sería finalmente inaugurado el 20 de julio de 1885, bajo el nombre de Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Allí tomaría el rol de director vitalicio. El sacrificio de un héroe Un año más tarde, Menena murió de fiebre tifoidea. Tenía 29 años y dejaba a Moreno viudo y con cuatro hijos en plena infancia. El hombre a pesar de la amargura, siguió trabajando en el arbitraje con Chile y, durante un viaje a Londres, dejó a sus hijos pupilos en un colegio. Aquella decisión tuvo su recompensa: un laudo arbitral le permitió a la Argentina retener 42 mil kilómetros cuadrados de tierra que el perito chileno atribuía, lógicamente, a Chile. Como contrapartida, el festejo vino acompañado por una desgracia. Florencio, su hijo de nueve años, murió. Eso sí, el pueblo esperaba a Moreno como a un héroe. Tanto que el gobierno agradeció sus gestiones otorgándole 25 leguas de tierras fiscales a elegir por él en Neuquén o al sur de Río Negro. De ese terreno, sin embargo, Moreno donó 7500 hectáreas para que se alzara el primer Parque Nacional Argentino, el Nahuel Huapi. El terreno restante también fue vendido, y con el dinero obtenido abrió comedores escolares, entre ellos el Patronato de la Infancia, para 200 niños, y creó guarderías infantiles en barrios obreros. Con apenas 20 años, Moreno abrió la Sociedad Científica Argentina, un espacio que albergaba tesoros paleontológicos envidiables para la comunidad científica local. Moreno tenía una actitud militante en favor del pueblo. Y esa forma de pararse frente a la desigualdad social lo llevó a renunciar a la dirección vitalicia del Museo de La Plata, por estar en desacuerdo con su anexión a la Universidad. Como en esa época el acceso a la educación superior era sólo para las clases pudientes, Moreno temía que el museo se transformara en un ámbito de élite antes que en una institución popular. Por causas como éstas luchó también a partir de 1910, cuando fue elegido diputado nacional. Desde su banca impulsó leyes para promover los estudios científicos y defender el patrimonio natural del país. A pesar de tanto ímpetu, la respuesta económica no fue igualmente enérgica. Moreno murió el 22 de noviembre de 1919, sin dinero y con un gobierno nacional que, a diferencia del interés mostrado con otros países, no estuvo presente en los homenajes. Su nieta recordó alguna vez que su abuelo falleció triste y sintiéndose un inútil. Entre los tantos papeles hallados en su mesa de trabajo había uno que decía: "¡Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria! Pero ¿cómo, cómo? ¡Tengo sesenta y seis años y ni un centavo! ¿Cuánto valen los centavos en estos casos...? Yo que he dado mil ochocientas leguas a mi patria y el Parque Nacional (...) no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas". Después de varias idas y vueltas, su cuerpo fue enterrado en la isla Centinela, ubicada en el lago Nahuel Huapi que él tanto recorrió. En el mismo sitio están Menena y Eduardo, uno de sus hijos. Hoy, las embarcaciones que navegan frente a su costa hacen sonar las sirenas. Como si alguien, allá al fondo, estuviera escuchando. |